Barcelona es una ciudad con una oferta cultural inabarcable. No es de extrañar que, cada año, más de diez millones de turistas lleguen a la capital catalana para visitar sus numerosos lugares y monumentos. Calles, edificios, museos… Son muchos los enclaves de gran interés con los que uno se puede encontrar. También hay que remarcar que la ciudad siempre ha tenido una grande tradición y atracción futbolera, tanto en el ámbito masculino con Leo Messi cuanto en el femenino. En este artículo, pondremos especial interés en presentar aquellos que llevan décadas acompañando a los barceloneses y que, sin los cuales, no se podría entender la identidad y la historia de la metrópoli.
Uno de ellos es el Paseo de Gracia, una larga avenida que se convirtió en un espacio donde los nobles y las clases adineradas se paseaban luciendo sus mejores vestidos. Poco a poco fue convirtiéndose en un espacio de ocio, donde se podía ir al teatro, jugar a una partida con la baraja española o comer en los mejores restaurantes de la época. En la actualidad, es uno de los principales ejes comerciales, donde están instaladas las grandes marcas de moda y complementos. Nada que envidiar a los Campos Elíseos de París.
Muchos coincidirán en que la calle más famosa de Barcelona es La Rambla, siempre en constante ebullición y llena de actividad. Es una de las arterias que conecta el centro con el puerto, y a medio camino está el mercado más famoso de la ciudad, La Boquería. Lo que antes era un sitio para que los vecinos compraran carne, pescado, frutas y verduras, en la actualidad, es un enclave turístico más, con productos pensados para extranjeros, pero manteniendo parte de su esencia con la oferta gastronómica de los locales de restauración.
Antoni Gaudí y su legado en el modernismo
En el Paseo de Gracia, encontramos a muy pocos metros dos de las obras modernistas más importantes del mundo, ambas del arquitecto Antoni Gaudí. La primera es la Casa Milà, conocida también como La Pedrera, que destaca por su piedra blanquecina, los amplios ventanales y la forma de su fachada, que recuerda a las olas del mar. Muy cerca está laCasa Batlló, un edificio muy llamativo por los colores de su exterior y sus balcones. En ambas se permite la visita interior, donde aguardan más sorpresas.
Aunque todavía está en construcción y no se ve una fecha de finalización en el horizonte, una parada obligatoria es la Sagrada Familia, uno de los monumentos más visitados e imponentes de la capital catalana. Es una joya muy particular y de grandes dimensiones, donde sobresalen cuatro torres. Vista desde fuera es una joya inabarcable, pero una vez se cruzan sus puertas invade una sensación totalmente distinta, por la amplitud de sus naves teñidas de diferentes colores dependiendo de por donde entre el sol.
El Parque Güell también fue obra de Gaudí y es una de las creaciones más curiosas y a las que se les tiene que dedicar cierto tiempo. Se trata de un espacio abierto donde hay un conjunto de obras modernistas con diferentes formas onduladas y motivos de la naturaleza. Todo está decorado con mosaicos de colores, usando la técnica conocida como ‘trencadís’, que los hacen únicos. La imagen más icónica de este lugar es, sin duda alguna, el dragón que preside las escaleras de la entrada y da la bienvenida a los visitantes.
El perfecto equilibro entre música y arquitectura
Terminamos este repaso de lugares emblemáticos e históricos de la ciudad de Barcelona con el edificio del Palau de la Música, obra de Lluís Domènech i Montaner. Sin abandonar el estilo modernista, se consiguió crear en 1908 uno de los auditorios más espectaculares del mundo aún a día de hoy, en el que destaca tanto su fachada como su sala de conciertos. Visitarlo ya vale la pena por sí solo, pero hacerlo mientras se está interpretando una representación es una de las mejores experiencias que uno se puede llevar de la ciudad.