Esta ciudad es singular, por ser fronteriza y por su situación geográfica. Durante un amplio periodo del pasado siglo fue un municipio importante para que el arte flamenco permaneciera con vida y sus profesionales pudieran ganar justos salarios por sus actuaciones. Podemos asegurar que, sin la existencia de esta ciudad, el arte flamenco hubiera perdido numerosos artistas que pasaron a ser famosos. La Línea de la Concepción les entregó respeto, escenarios para que expusieran su arte y sustento para que no abandonaran sus esperanzas de vivir del cante.
En su casco histórico existieron numerosos lugares donde el arte flamenco era expuesto por aficionados y destacados profesionales, siendo trampolín de difusión a lugares de los cinco continentes. Por ser ciudad de frontera, transitaban cada año miles de ciudadanos que llegaban buscando esparcimientos y se encontraban con amplio abanico de espectáculos y lugares de diversión que ofrecían el cante, el baile o la guitarra flamenca. Estos ciudadanos, procedentes de diferentes rincones del mundo, tuvieron la oportunidad de conocer por primera vez la cultura flamenca.
Era una forma de vivir el flamenco. Recordemos el fantástico escaparate que ofrecía esta ciudad cada día; existían más de ocho cabarets y numerosos teatros donde su principal actividad musical era el flamenco. La ciudad contaba con bares y cafeterías en los que el flamenco era referencia. En ellos solían parar destacados aficionados y profesionales que esperaban ser contratados para cubrir todo tipo de eventos o fiestas privadas; y a diferencia, casi con el resto de Andalucía, para formalizar una reunión flamenca bastaba un bar y aunque ya en muchos de ellos -por orden gubernativa de las autoridades de los tiempos- rezaba el famoso cartelito “Se prohíbe el cante”, se cantaba y punto.
La ciudad contaba con bares y cafeterías en los que el flamenco era referencia. En ellos solían parar destacados aficionados y profesionales que esperaban ser contratados para cubrir todo tipo de eventos o fiestas privadas
Entre los cantaores que más se recuerdan de esa época flamenca de la ciudad destacan Chato Méndez, Antonio El Chaqueta, Brillantina, Corruco, Salvador El Pantalón, Tomás el Chaqueta, Imperio de Granada, Dominguillo, José El Chaleco, Juan Mesa, Ricardo Vélez, Juan Montoya, Diego Montoya, La Gitana de Bronce, El Sheriff, El Mono, Miguel Comprende, Antonio Mejías, Manuel Montoya, La Paca, Manolo Blanco, Tío Frasco, El Terry, Rafael Pareja, Tío Fideito…
A raíz del cierre de la frontera en 1969, la ciudad comenzó a vivir una nueva época en lo laboral, social y económico. Se cerraron, por falta de público, numerosos locales y comenzaron a marchar para buscar sus salarios a otras puntos del país. Y fue así como La Línea perdió a los profesionales del flamenco que aquí se habían marcado su lugar de residencia.
Con el cambio de ciclo, las actividades flamencas se centraron en el montaje de festivales y “colmados” de nueva creación, donde el turismo local, aficionados procedentes de las provincias de Cádiz, Málaga, Sevilla y una buena parte del turismo de la Costa del Sol, encontraban en esta ciudad la cultura flamenca. Estos nuevos negocios tuvieron que competir con los centros turísticos flamencos abiertos en la Costa del Sol.
Entre los nuevos espectáculos flamencos, desde 1972 hasta 1981, destacaba el festival de verano organizado por el aficionado y empresario linense Fernando Camborio. Por este festival pasaron los cantaores, bailaores y guitarristas más destacados de aquellos años: Camarón de la Isla, Fosforito, Juanito Villar, Turronero, Bambino, Pansequito, La Susy, El Cabrero, La Familia Montoya, El Pinto, Manuela Carrasco, David Morales, Cepero, Juan Montoya, Enrique de Melchor, Quino Román…
Superados los años ochenta del pasado siglo La Línea de la Concepción cambió radicalmente. Los aficionados al flamenco linense se agruparon en círculos reducidos en los que comenzaron a celebrar tertulias y audiciones de cantes, sustentadas por los cantaores de la localidad. La Peña Flamenca Cultural Linense, consciente de la cultura andaluza, fue fundada el día 04 de abril de 1981 con el objetivo fundamental de promover y promocionar el flamenco en sus raíces más profundas.
Entre los nuevos espectáculos flamencos, desde 1972 hasta 1981, destacaba el festival de verano organizado por el aficionado y empresario linense Fernando Camborio
Toda esta cimentación artística de La Línea de la Concepción, toda esa nómina de flamencos, cantaores, bailaores y guitarristas nacidos en La Línea, vinculada con ella o que visitaron nuestra ciudad por años, y el arte que flota siempre por la ciudad ha dado sus frutos. Ha dado origen a dos grandes cantaores jóvenes cuya proyección estamos seguros no tiene límites. Llegarán, no lo dudamos, muy lejos.
José Campos Cortés, Morenito Hijo, nació en nuestra ciudad en 1994. Su familia es de tradición musical de artistas flamencos, donde ha bebido para hacerse un gran artista y una buena persona. Su padre, Morenito de Illora; su abuelo, Juan Montoya. Con tan solo tres años su padre se lo llevó de gira con Joaquín Cortés. Cuentan que su madre le daba el biberón al niño en el patio de butacas durante las representaciones del espectáculo Pasión Gitana.
Podemos decir que José es un "niño viejo" en su forma de cantar. Canta con honestidad, como cantan los gitanos, pero con un estilo propio. Su padrino artístico, Tomatito, dijo de él que "cuando canta llega a lo más profundo del alma y el corazón". Una sabiduría al cantar impropia de alguien tan joven.
A los nueve años grabó su primer disco, Alma Vieja, de la mano de Tomatito, Diego del Morao, Daniel Casares, Pepe del Morao, Paco Fernández, etc. Sin embargo, por deseo de su padre, este disco producido por Paco Ortega no vio la luz hasta cinco años después. A sus 19 años, Joselito Montoya cuenta con un bagaje artístico impresionante, ya ha recorrido toda España, realizado diferentes recitales y tuvo la suerte de estar varios meses en el Tablao Flamenco El Cordobés de Barcelona, donde adquirió experiencia cantándole a todas las figuras del baile flamenco.
Es integrante de los cuadros flamencos de los bailaores David Morales y El Pipa, y del guitarrista Tomatito. Hoy muestra su arte en los tablaos de Madrid y en festivales y peñas flamencas de toda Andalucía.
Pese a su temprana edad, 24 años, José ya reúne muchas de las cualidades que un cantaor puede tener. La voz y el sentimiento que imprime en sus cantes le convierten en un reclamo muy especial para todos los amantes del flamenco.

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Prueba del Arroyo de las Tinajas.

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Alonso Núñez Heredia, El Purili, nació en nuestra ciudad en 2000.
Este cantaor bebe de las fuentes clásicas de Manuel Torres, Juan Talega, Antonio Mairena o Tomás Pavón, así como de los artistas festeros que dominan el baile como Miguel Funi, Anzonini del Puerto, Paco Valdepeñas o Perico El Pañero.
Alonso dice que en su casa siempre ha habido afición al cante gitano-andaluz y se ha criado en fiestas de tres días. De generación en generación. Su bisabuela, Concha La Chata, murió con 105 años y desde que tenía 100 estaba sin moverse en la cama pero movía los brazos por bulerías. Y su bisabuelo, su marido Moreno, ha hecho romperse las camisas a la gente cantando por martinetes.
Cantaor que ensaya a diario su cante, no se cansa de estudiar y la tecnología le permite viajar a diario en Youtube para escuchar todo lo que hay en la red. Alonso recorre hoy todas las peñas flamencas y festivales, mostrando su buen hacer. Un niño viejo que ha revolucionado la actualidad flamenca a nivel nacional.

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Entrenamiento del Algeciras.

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Alonso Núñez Heredia, 'El Purili'. Foto: Rufo.