El Viernes Santo se hizo esperar. Los costaleros aprietan los labios, sufren sobre sus hombros el peso del palio, pero vale la pena, porque su pueblo le espera a las puertas de su Templo. La Buena Muerte, elegante, sereno, vuelve a recorrer las calles de la Villa.
Fieles y devotos están expectantes por ese reencuentro. Familias, vecinos y pequeños curiosos señalan a ese Cristo que apenas acaban de conocer, pero que jamás olvidarán y que, a partir de ahora, tendrán presente cada Viernes Santo. A las 20.00 horas un toque. La llamada. Hora de recibir el calor del pueblo de Los Barrios. El Santísimo Cristo de la Buena Muerte es acompañado por un pulcro silencio, que reconforta pero inquieta. Es Él. El dolor. El pesar. Las heridas tras haber sido crucificado. Tras él una madre con el Mayor Dolor que puede sufrir en su vida: la pérdida de un hijo. María Santísima del Mayor Dolor es la tragedia, es la pena profunda y la misericordia al saber que es El Elegido.
Este año, sin banda de música, la Virgen ha seguido los pasos del Cristo con dos tambores como banda sonora, y él con uno. Una vecina de Los Barrios ha aprovechado una parada a la salida de su Templo para dedicarle unas sentidas estrofas: "Siendo felices contigo sin padecer ni morir... Cuando la pena nos alcanza por un hermano perdido, cuando el adiós dolorido busca en la fe su esperanza".
Un adiós dolorido el que dice una Madre a su Hijo. Él es la Resurrección y la Vida. San Juan 11:25-26 RVC Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?"