En los malos momentos es cuando se muestra el amor incondicional. El amor demostrado por Algeciras este Martes Santo hacia su Medinaceli va más allá de la fe. También, cuando vienen mal dadas es cuando se ven las mejores familias y la de la cofradía de San Isidro, con su hermano mayor a la cabeza, ha demostrado estar a la altura de lo que tiene entre manos. La lluvia deja, por segundo año, cautivo al Cautivo y a un pueblo entregado, bajo el vendaval, a las puertas de un templo en el que volvió a llover lágrimas de decepción.
19:30. Cielo incierto. Se abrieron las puertas de la Parroquia de San Isidro. Fuera, la representación de todo un pueblo que se arremolinaba entorno al templo una hora antes. Salió la cruz de guía, salieron los penitentes, las mantillas, los estandartes. Los costaleros del Señor ya preparados y un soplo de aire precipitó una lluvia intensa, desagradable como pocas, y puso nerviosos a todos. Se abrían paraguas y aumentaban las pulsaciones. Entre la confusión y el temor a otro año sin Esperanza.
El cortejo volvía sobre sus pasos a buscar el refugio del templo. Enseres bajo plásticos. Volvían niños y mayores. Primeras lágrimas. Incertidumbre dentro y fuera. Conversaciones, reunión de hermanos que dejaron a un lado el corazón, y una decisión valiente y firme. El hermano mayor, Raúl Ocaña, compareció ante los medios y ante sus hermanos para comunicar, con muchas explicaciones, que se suspendía la estación de penitencia. Más lágrimas.
La cofradía hizo de tripas corazón y se movió para preparar la parroquia y que los titulares, listos para lucir por las calles, recibiera en el templo a los fieles, que seguían bajo la lluvia en un gesto de amor infinito. Las bandas, la Agrupación Musical Virgen del Buen Suceso de Los Corrales-Sevilla y la Banda de Música Maestro Infante de Los Barrios, tocaron ante los pasos alineados, uno al lado de otro, Madre e Hijo, Esperanza y Medinaceli, y aumentaron la emoción, ya a flor de piel. Ríos de lágrimas mientras que la lluvia se veía cruzar por las farolas de la plazoleta dando la razón a la decisión de la cofradía. Los devotos aguantaban el chaparrón. "Tengo la chaqueta chorreando", decía una joven impasible tras la valla, a pocos metros de la puerta de la capilla. Con todo listo, fueron pasando hombres, mujeres y niños por delante de los pasos del Señor y de la Virgen como mal menor.
No fue el Martes Santo deseado. Fue otro Martes Santo de lluvia en Algeciras. Y lágrimas. Pero saldrá el sol. Y el Medinaceli volverá a reinar en sus calles.