Impresionante salida de la Sagrada Mortaja. Una hermandad, que este año cumplía su decimoquinta estación de penitencia y que sigue sobrecogiendo como el primer día.
A las 21.15 se abren las puertas de su casa de hermandad de la calle Teniente Miranda. Una voz de barítono canta a la salida del paso del Santísimo Cristo de la Caridad, yacente y siendo descendido de la cruz, es acogido en los brazos de su madre, María Santísima de la Piedad.
Corazones sobrecogidos y un silencio sepulcral que inunda la noche del Viernes Santo. ¿Cómo no va a haber silencio si ha muerto el Hijo de Dios? El muñidor inicia el cortejo con el toque de campana y solo se escucha el rachear de los pies de los costaleros y el crujir de la madera del paso, como si del viejo casco de un barco se tratara. Un silencio que solo es roto por la saeta de Juan Andrades, tras su sentido cante, un intento de aplausos de los fieles es acallado por el capataz y los hermanos. El paso luce dos rosas negras en señal de luto por Diego Valencia y Julián Garrido.
No es tiempo de aplausos, Jesús ha muerto. El viento de levante mueve la sábana con la que se amortajará a Cristo y el paso, recién restaurado, se aleja por Teniente Riera.