Era y es una voz prodigiosa. Y unas manos infantiles ensayan sus primeras falsetas sobre la base de las de Niño Ricardo, que Ramón de Algeciras aprendiera a bordo de la compañía de Juanito Valderrama. Se cumplen diez años de la muerte del guitarrista algecireño, una década en la que hemos asistido a una resurrección de su memoria: desde el Festival Flamenco Legacy de Nueva York –y quizá, de Andalucía próximamente-, a la Fundación que lleva su nombre, el Centro de Interpretación que con la misma lentitud con la que el guitarrista componía probablemente abra sus puertas en Algeciras, en abril. También, las jornadas que bautiza cada año en su patria chica, la larga espera para trasladar su conservatorio a los antiguos cuarteles de la Fuentenueva algecireña, a donde condujeron a su padre en los turbios días del golpe de Estado de 1936. O el Festival de Mallorca, tres nuevos libros sobre su figura o los nuevos discos aparecidos, desde el Saturday Night in San Francisco a las sesiones de Montreux.
En este contexto, el próximo 24 de febrero, en la Ángel Orensanz Foundation, en el 172 de Norfolk Street, en Nueva York, se presentará lo que la Fundación Paco de Lucía considera como “el secreto mejor guardado” del guitarrista algecireño y de su hermano Pepe. “Las grabaciones perdidas”, le llaman.
“En una velada misteriosa dentro del evento de clausura y cocktail de cierre del Festival Legacy de Paco de Lucía, seremos testigos de algo verdaderamente especial, acompañados por los grandes talentos del flamenco disfrutaremos de un momento histórico”, explican desde dicha entidad cuando, el próximo día 25, se cumplirá el décimo aniversario de la muerte del genio de Algeciras, en un hospital de Cancún.
Con ese motivo, en la Gran Manzana, el Festival Paco de Lucía Legacy comenzará el día 20 y reunirá a 30 artistas de renombre, dentro y fuera del flamenco, entre ellos numerosos músicos que acompañaron al guitarrista en su aventura vital. También, en el mismo recinto, se exhibirá la película “La búsqueda”, de Curro Sánchez, el excelente resultado fílmico de cuatro años de grabaciones con muchos de los testigos que cruzaron por la biografía de Paco.
Las grabaciones se llevaron a efecto a finales de los años 50 o quizá ya en 1960, en diversos lugares como un domicilio de la calle Barcelona en donde, por entonces, vivía la familia Sánchez pero, principalmente en la calle Muñoz Cobos, en la casa de la abuela de Reyes, Quique y Pepe Benítez. Su padre, Reyes Benítez, el inseparable amigo de Antonio Sánchez Pecino y de Luzía Gomes, fue el maestro de ceremonias. El magnetofón Grundig donde se impresionaron la voz y la guitarra de aquellos adolescentes había sido adquirido en Gibraltar por Juan García, una suerte de estraperlista amable que vivía por el Secano. Como insólito ingeniero de sonido, Pepe Marín, remitente de pescado, otro de los compinches algecireños del patriarca Antonio. Y, en presencia de Antonio y Tomás Herrera, los hermanos Parra como se les conocía.
Se trata de una grabación previa a la aparición de “Los Chiquitos de Algeciras”, en el Concurso Flamenco de Jerez de la Frontera, de 1962. De esa etapa prehistórica de Paco y de Pepe, se conocen otras grabaciones aisladas, como la que utilizó el cantaor en “El orgullo de mi padre”, el álbum que publicó en 1996.
“Se puso a componer la bulería en sol. Cuando llegaba a una nota se paraba, una y otra vez. Hasta darle forma, hasta lograrlo. Al otro día, no la volvió a tocar más”, atestiguaba Reyes Benítez, en 2004, para un serial de Canal Sur Radio, realizado por Fernando Silva y el realizador Luis.
Lo cierto es que la volvió a tocar. Muy probablemente es la misma pieza que figura en estas grabaciones perdidas, que ahora edita BMG, al cuidado de Javier Doria. Hicieron falta varias sesiones porque Antonio Sánchez no estaba conforme con algunos de los resultados, que si un techo de uralita, que si hacía falta más silencio.
Hasta que dieron con la tecla y el resultado gustó tanto a Antonio Sánchez, que se la quedó para placear la grabación por Madrid, hasta conseguir su primer contrato discográfico. Pero terminó encargándole su custodia a Reyes Benítez, que inicialmente se llevó las cintas a su fábrica de corcho, junto con los muebles y los discos de pizarra que aún guardaba en la calle Barcelona, antes de mudarse toda la familia a Madrid. Aquel tesoro perdido permaneció allí, en una bolsa de plástico dentro de una caja de membrillo e incluso sobrevivió a traslados y peripecias familiares. Reyes Benítez sabía de su existencia y, al rebufo del premio Príncipe de Asturias de las Artes, que Paco recibió en 2004, pidió la grabación a su hijo Quique, que las conservaba pero ya no obraban en su poder. Tras una larga pesquisa, reaparecieron como por ensalmo.
Así que, una vez recuperadas, las viejas bobinas de Revoxfueron digitalizadas inicialmente en los estudios algecireños de la RTVA, por parte del técnico Luis María López-Bellido y de Fernando Silva, por indicación de Reyes Benítez, el viejo amigo de Antonio Sánchez Pecino. Con su permiso, la grabación se le hizo llegar a Paco de Lucía, a través de Félix Grande. En principio, se trató de un proyecto no venal, para que la prodigiosa voz de Pepe y la guitarra de Paco pudieran ser conservadas por familiares y por allegados. Más recientemente, Pepe de Lucía recabó el DAT que conserva dicha joya para este apasionante proyecto discográfico, cuyos detalles últimos se darán a conocer próximamente.
Será un buen antídoto contra la muerte de Paco de Lucía y, también, especialmente, un reconocimiento más al poderoso talento cantaor de su hermano Pepe, afortunadamente aún entre nosotros. La música y la memoria constituyen la mejor forma de celebrar sus vidas, aunque sea en vísperas, el próximo día 25, del décimo aniversario de la desaparición de aquel niño prodigio cuyas manos vuelven a nosotros como en una milagrosa sicofonía.